En alguna ocasión leí en un
artículo acerca de una "Integración Divina", donde
muchos filósofos y estudiados daban sus complejos, intelectuales y
articulados argumentos y definiciones, tratando de cada uno parecer más elevado
con la arrogancia del conocimiento, la verdad, no le preste mucha
atención...
Hace unos días
estaba en cierto lugar con mi familia almorzando, y junto a
nosotros había una mesa con otra familia y entre ellos una mujer ya
de avanzada edad, a quien le dieron un helado y cuando vi
la expresión en su rostro, su gesto, en su mirada el destello
que delata a una niña que ha descubierto un tesoro perdido, pues me di cuenta
que ese era el perfecto ejemplo de integración divina sin conceptos o
definiciones sino sólo con la intensidad de la experiencia de ser humano.
Y es que más allá
de las filosofías o tendencias, tenemos tantos momentos en nuestras vidas con
ese instante perfecto donde parece ser que todo el universo y sus elementos se
alinean de manera incuestionable para brindarnos esa conexión con algo más allá
de nosotros mismos, recordándonos así que vivimos nuestra divinidad a través de
la hermosura de ser Humano.
El aroma del café,
la sopita caliente recién preparada por mama, un vino junto a una persona muy
especial a través de un monitor mientras se escucha música esa que trae los
mejores recuerdos, la caricia perfecta que encendió la piel un beso
interminable en una noche dentro de un taxi, un campamento con los primos en
Mindo, un tierno y sincero abrazo de una princesita que llena de sonrisas cada
momento que se comparte con ella, las palabras inocentes del primer poema enviado,
los dibujos en paint de planes hermosos y perfectos recibidos, una tarde de
risas jugando Jenga o a las cartas con la familia, una noche en un bar de
Italia donde todas las familias parecían celebrar algo al mismo tiempo, la
deliciosa comida de México, la sonrisa agradecida de una persona que me solicita alguna ayuda o información en el
trabajo, una tarde de verano sentada mirando a la nada y soñando despierta…
Cada uno de estos pueden ser solo
recuerdos que pasan muchas veces sin mayor trascendencia y a través de las
preocupaciones del diario vivir, pero que si me doy tiempo puedo recordarlo,
conectarme y revivir el sentimiento de aquel instante, donde todo era perfecto,
donde parecía que la única razón de mi existencia era estar en ese preciso
momento para sentir esa plenitud y felicidad.
Todos podemos tener esos pequeños instantes
de divinidad y para empezar solo tienes que darte permiso de deslumbrarte como
un niño con un helado...tal como lo hizo aquella señora en esa tarde.
Comienza tu día
haciendo un collage en tu mente de todos esos mejores momentos que has tenido
hasta ahora en tu vida desde el mejor helado hasta el mejor orgasmo y dale “play”
como una película en tu mente, acabarás sintiéndote más dichoso. Recordando al
fin y al cabo, que eres un ser divino.
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